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Por un feminismo femenino.

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    Admin
  • 14 ene 2018
  • 6 Min. de lectura

Marian Martínez-Bascuñan nos indica “El feminismo va de estructuras de opresión, no de que los penes sean malos y las vaginas la santisima trinidad" Es autora de “Género, emancipación y diferencia(s) y de “Populismos”.

La radical Patti Smith: “Las mujeres somos fuertes y creo que al empoderarnos no solo podremos luchar por nuestro género, sino por todos”

La sabia y venerable Margaret Atwood: “Feminismo es equidad, no revancha”

Emma Goldman, la pionera feminista: “La mujer llegará a su verdadera emancipación si deja la ridícula noción de que ser amada, estar comprometida y ser madre, es sinónimo de estar esclavizada o subordinada"

Y Françoise Hardy: "Hay feministas y feministas. Me disgusta quienes dividen a los individuos en dos grupos enfrentados. El feminismo es empatía”.

Ese es el feminismo radical, por ir a la raíz, no por violento, que yo admiro y apoyo. El que necesitamos, pues “Conocer la propia oscuridad es la mejor forma de abordar las tinieblas de otras personas” Jung.

Sin embargo, se nos veta el debate sobre los “diversos feminismos”, y más aún a los hombres. Se veta en plan policía moral y mediante un subterfugio cortante: tildar raudo de machista a quien lo concita. Sin respetar que la mayoría de nosotros jamás ha emitido un solo supremacismo sobre las mujeres ni insulta, ni veta, ni se impone, ni va con ese chitón… tan propio de machistas como de hembristas.

Pero ese debate urge, porque hay una infección de la mente materialista, la propia del sistema, en aquel otro “feminismo” tan dominante y agresivo como el machismo, que es frentista, de ideología emotivizada y ciega. No crea alternativas empáticas, solo se dedica derribar estructuras genéricas, tanto malas como acogedoras, y nos empuja a hombres y mujeres a la “libertad” del aislamiento*; ja, qué fino, qué absurdo en un Universo Uno donde hasta tiempo, materia y energía son inseparables, E=m.c2. Jessa Crispin “Por qué no soy feminista”

Es un feminismo que pretende monopolizar ese nombre, que ataca estructuras demonizándolas con etiquetas vacuas por genéricas: “el patriarcado” “los hombres” “las burguesas” en definitiva: “lo otro”, pues así surge en tal cerebro dualista y maniqueo un “yo soy inocente” instintivo, como calmante para quien ha sido educado en un sistema de “culpable versus inocente” tan religiosoide. Es populismo emocional.

Sin embargo, tales ideaciones genéricas: “Los hombres” “Las mujeres” “Los pueblos”... son solo ficciones mentales, no existen (¿viste alguna vez pasar a “un pueblo” a “los hombres” etc o eran personas concretas?) Sí, lo real es siempre la persona concreta, ella es quien es sujeto de deber y de derecho, de responsabilidad; quien abusa o sufre es siempre una persona individual real y única.

Es aquel el mismo esquema materialista que agrede a la natura. Usa entelequias abstractas, las mismas que utiliza toda tiranía, sea doméstica o de masas, de base ideológica o religiosa, como útiles para alienar lo real, a las vidas individuales. Es la trampa de todo -ismo desbocado y erigido en rey del ser y la vida. Es el truco de la Transvaloración, que diría Nietzche. Es la negación de la naturaleza humana, de Pilker. Nutrir la santidad con el plato único de la perfidia ajena.

Creo que el debate en torno a los diversos feminismos es hoy de esos no eludibles, sino fundamentales, porque a través de ellos y de su veto se nos cuela el sistema en crisis, entrando de nuevo por la puerta falsa, con su dualismo, sus bandos, su guerra, su individualismo, sus simplismos y generalizaciones…. Así nos enfrenta y nos abocaría al caos... si no aprovechamos la oportunidad de reflexionar.

Lo entienden muy bien quienes, ya en el propio seno familiar, han sufrido décadas de represión machista, pero impuesta de parte de un cuerpo femenino; de vivir acallados por su amenaza colérica, por su tabú... hasta que se te cae la venda: “Esto apenas es feminismo, es más neura, es androfobia, es una lucha contra sus propias sombras proyectada y golpeando sobre cabezas ajenas”

¿No ocurre más bien que hay mucha cegueras por heridas y dolor, cada quien por su historial subconsciente infantil? ¿No es que la reactividad a flor de piel, sumada al racionalismo literario acientífico, ansían seguridades finales (eso en un universo real relativo y sin tiempo ni espacio fijos, sin límites, ja) ¿No es que se ansía un chivo catártico? ¿No es más bien que se confunde a ese suscitar el debate (lo que despierta el íntimo conflicto insatisfecho) con aquel interlocutor que lo expone, creyendo que éste es la causa?

¿No es también oportunismo o comodidad o... de ciertos hombres que asumen, acatan o incluso apoyan ese feminismo “machista” dominante, para así esquivar el verse señalados en lo público o acogotados en lo doméstico, o bien para driblar, confusos, con el sentimiento de culpabilidad “católica” que nos endilgan esas generalizaciones populistas emocionalizadas?

Como acaso le es útil a muchas mujeres, que sienten que eso no, que ese no es el camino del ser, de su ser empático, pero, ocupadas en el duro vivir actual, lo toleran; les hace el trabajo sucio: una defensa mediante el ataque; pero una táctica de urgencia, cortoplacista, porque en un sistema de ataques todos perdemos al fina. Urge una sociedad que apoye firmemente a las madres; su trabajo amoroso es el más decisivo y esencial. Lamentablemente, empuja más a organizarse y a gritar a aquellas otras antipáticas y con ansia de poder sobre los demás, hiperreflexivas y reactivas en su racionalismo desbocado, en su desconexión con la realidad y de sí.

A mí me interesa la vida buyendo en flujo con su unicidad de los opuestos: el planeta: la integración: la realidad científica no ideologizada; la condición humana, tan compleja, lo eco. Evolucionar: debatir. Ver para verme. Lícito será si un grupo opta que “aquí esto no se debate” (¿dónde, ecos? ¿es eco?) Si así se acuerda y tampoco hacemos canto ni baile integradores, esa no es mi revolución, puede que me ausente de tal lugar.

No acepto simplismos populistas ideológicos o emocionales ni generalizaciones ni dualismos ni acatamientos… esos elementos que comparte tanto el machismo como el hembrismo disfrazado de feminismo, mentes idénticas con diferentes genitales. No acepto callado, pues nos jugamos mucho, ese machifeminismo que proyecta a sus propias sombras macho o sus miedos sobre la ficción “los hombres” usando el esquema de culpas del cristianismo mal entendido Eso, se lo sana uno en sí; es tu trabajo íntimo. Si no, daña a otros seres. El machifeminismo violento es una forma de inconsciencia de sí y de la realidad.

Cacarea verdades a medias, luego son falacias, y así agrava el problema de la violencia, por ocultación de su raíz. Y aún se pregunta: “¿Cómo es que aumenta la violencia? y ante ello insiste gritando ¡más caña al chivo!” (de sus sombras) En espiral violenta. Está perdido en un laberinto de abstractos, suposiciones, reduccionismo, cifras oportunistas; en reactividad y ajuste de cuentas que provoca más reactividad. Un macho, un ser, acorralado con violencia, se revolverá como un león, a muerte. En la Revolución de Nicaragua aprendí algo elemental: al enemigo siempre hay que dejarle una salida, o se te revolverá alocado y, cuando ya te creías vencedor, te puede aniquilar.

Así pues, quien nos grita ¡machista! por disentir del hembrismo suplantador del feminismo, nos disfraza con sus sombras y contra ellas salta. Le diría, con Buda y con la Física Cuántica: “No ves, te ves” Me agredes con el eslogan “machista” fácil, de moda y sacrosanto; ese nuevo crucifijo multiuso inquisitorial que ya suelta cualquiera y por lo que sea, en plan terror (muchos/as se juegan el trabajo si disienten del pensar dominante) pues lo predica cada telediario en busca de audiencias de masas, el show superficial del sistema; fácil, destinado a perezas mentales y a consumo de sus esclavos alienados, ya no conscientes. Y si tú me aporreas como vocero espadachín de una adulta, así la infantilizas. Es paternalismo, es una acto machista, acaso motivado por tu miedo a serlo, para atribuirte raudo y fácil la etiqueta “paladín feminista” pero sin aportar fondo.

Ese “¡Chitón! y cierren filas” es un chitón muy machistahembrista; abona al feminismo oficia de mente y acción machista, muy liderado por andrófobas que buscan un poder stalinista de rango moral emocional, ya que ellas sí que “saben” por nosotros “qué debe ser” el ser mujer, el ser hombre y, por supuesto, ser lesbo.

Los hombres solemos tener un problema con nuestro individualismo innato. Surge de un gen útil para regresar a la tribu con la pieza cobrada aún si para ello debes abandonar al camarada herido. Nuestra empatía de género y compasión son bastante limitadas con los débiles durante la edad de mayor vigor físico. Las mujeres nos ganan sobradamente es esas cualidades. Es la naturaleza humana; mejorable, educable un punto, pero así es y por ella hemos sobrevivido todos. La humanidad necesita de todas la cualidades. Para salir del atolladero crístico actual, el del materialismo e individualismo dualista, nos estorban los caminos que los ahonden, por exceso de racionalismo y violencia sea física o emocional; precisamos del ser empático integrador que poseen tantas mujeres innatamente, de la sabiduría vital que lleva en sí un ser capaz de albergar a otro en su seno. Necesitamos un feminismo femenino.

 
 
 

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